Polémica entre una dependienta y los grandes almacenes británicos por las normas de vestimenta
Melanie Stark |
Para Melanie Stark, el debate sobre si las empleadas que atienden al público deben llevar o no uniforme, vestir pantalón o apostar por la falda está superado. Para ella, la batalla estaba en que su empresa, los almacenes Harrods, le permitiera trabajar sin ir maquillada. Por eso ha desafiado a la todopoderosa empresa británica. Y ha perdido.
La primera vez que la llamaron la atención, Melanie Stark, dependienta de 24 años de los grandes almacenes británicos Harrods, fue enviada a su casa. Lo mismo ocurrió una segunda vez. Después, fue destinada a los almacenes, lejos del contacto con el público. El problema no es que hiciera mal su trabajo. Tampoco es que hubiera recibido queja alguna de los clientes. El problema es que Stark no iba maquillada.
Finalmente, y ante su negativa a atenerse a las normas de atención al público de la firma, Harrods ha acabado por forzar a Stark a que deje la empresa, según ha denunciado la propia empleada, que se confiesa “exhausta, estresada y desilusionada” por su batalla perdida en torno al rímel y la sombra de ojos.
La disputa de esta empleada con los grandes almacenes más famosos del Reino Unido ha saltado a los periódicos de aquel país, y se ha convertido en un símbolo entre el pulso cotidiano del empleador y el empleado por marcar dónde está el límite de las normas de atención al público. En este caso, al menos, las reglas del juego están claras, con un grado de concreción que sorprende. Según explica el diario The Guardian, el código de vestuario de Harrods, de dos páginas, estipula que las vendedoras “deben permanecer totalmente maquilladas todo el tiempo con base, colorete, ojos (aunque no demasiado recargado), lápiz labial, delineador de labios y gloss”.
Cuatro años trabajando sin maquillaje
Según asegura Stark, en los últimos cuatro años ha estado trabajando sin maquillaje, antes de que fuera requerida a cumplir estrictamente esta normativa interna, y ha sido considerada en los informes internos por uno de sus jefes como una de las mejores empleadas.
Sin embargo, cuando rechazó pintarse la cara, la empresa le aconsejó que fuera a un mostrador de productos de maquillaje para que comprobara cómo sería su aspecto con la cara maquillada. “Me sentí insultada. Sé perfectamente cómo estoy maquillada, porque lo he usado muchas veces, pero nunca en el trabajo. Pero no entiendo cómo eso puede mejorar mi trabajo y cómo Harrods, en los tiempos que corren, puede creer que tiene derecho a decirme si debo llevarlo o no”, declara Starks.
“No es como si me dicen si debo llevar unos pantalones negros o una camisa blanca. Se trata de mi cara. El maquillaje me haría ser una persona distinta a la que soy”, añadió. Ante lo irreconciliable de ambas posturas, Stark decidió hace unos días renunciar a su puesto.
En contra de la normativa de igualdad
Según Lawrence Davies, director de Equal Justice, desde el punto de vista legal esta empleada debería haber reclamado su derecho a no ir a trabajar maquillada acogiéndose a la normativa británica sobre igualdad de 2010. “Ella ha desempeñado bien su trabajo hasta ahora sin maquillarse, con lo que está claro que ahora le exijan otra cosa. Los criterios de apariencia ante el público han ido cambiando con los años”, afirmó.
Por su parte, un portavoz de Harrods explicó que todo su personal “está sujeto a un código de vestimenta al que se acogen cuando firman el contrato con la empresa, que abarca todo el conjunto de su apariencia pública”. “Nuestras discusiones con Melanie Stark –añade- afectan a una ausencia general de cumplimiento del código de vestimenta. No obstante, no tomamos ninguna acción y decidimos dejar la disputa a un acuerdo entre ambas partes”.
Lejos del público por llevar una prótesis
Los códigos de las empresas en cuanto a la apariencia de sus empleados de cara al público son relativamente corrientes, aunque en los últimos años no han estado exentos de polémica, como cuando la tienda de ropa Abercrombie & Fitch fue acusada de “recluir” en un almacén a un vendedora porque su protésis en el brazo no encajaba con la “política” de la empresa, o cuando otra dependienta fue apartada después de que su jefe la obligara a quitarse el jersey en verano, a lo que ella se negaba, y descubriera que tenía a su vez una prótesis en uno de sus antebrazos.
Fuente: La Razón.es